Lito Vitale

Mirá, uno de los sueños más grandes que siempre tuve, y que ahora pude cumplir, fue el de tocar el piano...” Ok. Chocolate por la noticia. Pero que Lito Vitale –más de 30 discos editados en casi cuatro décadas de músico y ¡pianista!- diga que su sueño recién lo pudo cumplir “ahora”, suena a chiste. Entonces, con la decepción a punto de hacerme apagar el grabador y dejar el café para otro día, escucho: “…solo”.

“¿Cómo es eso?”, pregunto, mientras le recuerdo que en los ’80 grabó con Manolo Juárez, y los discos Solo y En solitario, cuyos títulos son más que elocuentes. “Con Manolo tocábamos todo en dúo, y es verdad es que grabé esos discos, pero nunca los presenté en vivo”, responde. 

¿Por qué?

Porque nunca disfruté de tocar solo. Por inseguridad. Además -ahora viene la parte más terapéutica-, no me siento seguro como pianista, no me gusta cómo toco. Lo que puedo aportar como músico, en ese plano, es nada.

¿No es un exceso de falsa modestia?

No. Creo eso profundamente, como lo deben hacer muchos músicos. Por un lado, en el momento en el que creás algo, te creés un genio. Y después te das cuenta de que sos un sorete en la playa. Siempre sucede eso con uno. Pero a mí me sucedía concretamente, y cuando alguien me invitaba para tocar en su disco, lo primero que se me ocurría era que no tenía nada para ofrecer.

Con la explicación a la luz, cuesta menos entender esa obsesión por atrincherarse detrás de una muralla de teclados, “muchas veces al pedo”, según admite. Pero no le fue tan mal a Vitale, entre los discos de sus dúos, tríos, cuartetos y quintetos, sus obras para danza y teatro, sus colaboraciones, y sus producciones de shows y discos. Pero siempre hay un pero. Y en su caso, el mal que vino fue para bien, haciéndole honor al dicho.

La experiencia del sello Calle Angosta, producto de un frustrado acuerdo entre Sony Music y la provincia de San Luis, lo dejó mal parado. “En seis meses hicimos dos producciones de CD y DVD de música clásica, uno de Julia Zenko, uno de Aca Seca, que es un discazo, uno del power trío de Machi Rufino, Lito Epumer y Cristian Judurcha. Pero todo acabó de manera bastante conflictiva y quedé entre San Luis y Sony, como un tipo que no sabía de quién era, hasta que terminé por no ser de nadie”, explica.

De ahí a la depre había un pasito, que Lito dio sin demora. “Primero, porque me metí en un quilombo económico para hacer que las producciones siguieran sucediendo, y segundo, porque a partir de lo mucho que me gusta la producción, había dejado la parte artística de lado. Eso, sumado a algunos problemas personales, dio como resultado un bajón bajón, desde el verano hasta mayo, más o menos”.

Ante semejante panorama, todo lo que viniera sería para mejor. “Empecé terapia y dieta”, confiesa Vitale, se ríe y sigue: “Me puse a pensar cuáles habían sido mis sueños de toda la vida. Y me di cuenta de que no habían sido producir discos vendedores, ni tener mucha plata, ni nada de eso. Mi sueño era tocar. Y empecé a pensar que si es eso lo que me gusta, ya era hora de hacerlo.”

“Hola. Soy Lito Vitale, toco el piano y me gustaría saber si puedo tener una fecha en el hall”, cuenta que le escribió a Daniel, programador del espacio del Teatro San Martín que vio nacer, hace 35 años, al trío que Vitale había formado con Jorge Cumbo y Lucho González, una marca imborrable en la historia de la música popular de estos tiempos. “No puse pretensiones económicas ni de ningún tipo”, aclara.

La respuesta de Daniel, uno de los que en aquella primavera alfonsinista formaba parte del público que el trío multiplicó exponencialmente en su breve duración, no se hizo esperar. “Ya sé quién sos, boludo, me escribió, y me dio un par de fechas. Hay millones de maneras de encarar la improvisación. Lo que yo estoy experimentando es que cuanto menos la encuadrás, más interesante es. Acá no existe la fórmula del músico que suma 2 + 2 + 2 y le da éxito. Y es profundamente importante que no exista. Por supuesto que la idea es conectar con la gente, pero no conquistarla”.

Con esa premisa, Vitale volvió al hall del San Martín, con la expectativa por la convocatoria reprimida. “Quiero que este proyecto vaya por otros carriles. No me interesa que vaya mucha gente y hacer plata. Y fue genial, porque vi muchas caras de aquella época del trío, incluso de MIA, que no veía en los recitales con Baglietto, ni en otras situaciones”, cuenta.
E insiste: “Es fantástico que esto vaya por un camino paralelo a mis otros proyectos. Acá, yo no tengo que conformar a nadie. No hay nada que tenga que funcionar. Es cerrar los ojos y tocar. Algo muy simple, una deformidad o una nota sola. No importa. Eso es lo que siempre soñé.”